La semana pasada estuve en Lima por razones de trabajo.
En Perú todo sigue igual, al menos en los principales 5 ejes en los que siempre ha girado:
1.- Siguen siendo buenos para la pelota pero no le ganan a nadie porque el equivalente a la ANFP de acá está manejado por mafiosos, que a diferencia de los chilenos, les interesa un rábano el fútbol.
2.- Siguen adorando a Fujimori porque los salvó de la debacle, a pesar de que sus autoridades lo mantienen preso y sin posibilidad de pasar sus últimos días en su casa. Es el pago habitual de los pueblos a los líderes que realmente marcan la historia
3.- Siguen considerando que los chilenos son unos pelotudos
4.- Siguen marcando diferencias de clase abrumadoras. Nos alojamos en el Marriott, sin duda el mejor hotel de LIma y pedimos un taxi al aeropuerto. Nos mandaron un Mercedes Benz negro con vidrios polarizados, que al llegar al aeropuerto entró por un portón especial (dedicado a los Mercedes negros polarizados), que nos dejó prácticamente en el counter del avión.
La experiencia habitual de quienquiera que haya viajado a Lima, es una congestión de la gran puta en la puerta del aeropuerto donde la autoridad utiliza las puertas de ingreso para comprobar si los autos han sacado sus patentes y renovado sus permisos de circulación, por lo que cada auto que entra es una espera de cinco minutos en una fila que abarca todo Callao. En realidad la preferencia del Mercedes es indignante para cualquier persona en su sano juicio, por lo que concluyo que, o no están todos en su sano juicio, o el chofer del Mercedes tenía una Magnum automática en el cinturón. Pensé en algún momento que moriríamos apedreados pero no fue así, sino por el contrario, sentí un extraño placer sibarita, y un impulso irrefrenable por levantar las manos y saludar como si fuera un rockstar.
5.- Lo imperdonable. Estos peruanos cada día están mejores para cocinar. Cualquier cosa que uno coma en Chile es un arroz con huevo en Lima. La cagaron. Como estuvimos un fin de semana aprovechamos para hacer un pequeño curso de ceviche en la Rosa Náutica, restorán de gran prestigio, que hoy, por un par de monedas, suelta a los turistas un par de sus recetas.
Preparé un ceviche que la cagó. Descubrí que en nuestro ADN hay una papila gustativa que no la usamos jamás, y que nos acompaña desde la prehistoria. Quizás el hombre de Neanderthal supo de aquella papila, que quedó en nuestro cuerpo esperando ser activada. Me explico en forma simple y didáctica.
Usted se puede comer una marraqueta con mantequilla y tiene un sabor. Se puede comer una marraqueta con mermelada y tiene otro sabor. Si se come la marraqueta con mantequilla y mermelada queda la cagada. Se le activó la papila Omega. Imagínese cuando se activa la papila Alfa. Esto se puede lograr al mezcla el ceviche, que es pescado crudo, con limón de pica, y lo junta con un pedacito de camote dulce. No falta el weon que opina que no le gusta el camote. Le aclaro. A mí tampoco me gusta el camote. Más aún, a nadie le gusta el camote. Pero en el ceviche con limón de pica, con un pedacito de camote, queda la cagada. Si Freud lo hubiera probado, el psicoanálisis hubiera tomado como referencia la lengua y no el pico. No me hagan ser vulgar, pero los invito a probarlo. El chef del momento es Virgilio Martínez un muchachón de 35 o 36 años, que además es abogado.
Reitero. Siempre, a pesar de que todo siga igual, ir a Perú es un gusto que vale la pena darse